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Érase una vez, en un pequeño pueblo llamado Sonnenblick, una alegre niña llamada Mia. Mia era curiosa y aventurera, y le encantaba jugar en la naturaleza. Tenía muchos amigos en el pueblo y se pasaba el día explorando el mundo que la rodeaba.
Pero un día, mientras Mia paseaba por el bosque, ocurrió algo terrible. La sorprendió un animal salvaje que saltó de entre los arbustos y la atacó. Aunque Mia pudo escapar rápidamente, la experiencia le dejó profundas cicatrices en el corazón. Estaba traumatizada y de repente tuvo miedo de salir al exterior. Las sombras del bosque le parecían amenazadoras y no se atrevía a dar un solo paso cerca del bosque.
Los padres de Mia se preocuparon cuando se dieron cuenta de lo mucho que había cambiado su hija. Intentaron ayudarla hablándole y tratando de calmarla. Pero el miedo en los ojos de Mia persistía y se volvía cada vez más retraída.

Un día, los padres de Mia decidieron hacer algo. Oyeron hablar de un anciano sabio que vivía en las afueras del pueblo y era conocido por sus poderes curativos. Decidieron visitarle y pedirle ayuda.
El anciano escuchó pacientemente mientras le contaban la traumática experiencia de Mia. Sonrió amablemente y dijo: "Para toda oscuridad hay una luz, y para toda herida hay una curación". Les explicó que Mia podía curarse viajando hacia sí misma y mediante el poder de la naturaleza.
A la mañana siguiente, Mia y sus padres se adentraron juntos en el bosque. Mia temblaba de miedo al ver los árboles, pero también quería volver a ser fuerte y valiente. Juntos se adentraron en el bosque hasta que encontraron un claro arroyo que fluía suavemente por el bosque.
El anciano pidió a Mia que se sentara junto al arroyo y se limitara a escuchar. "La naturaleza tiene un poder tranquilizador", le dijo. "Escucha cómo habla el arroyo y siente la armonía que aporta".
Mia cerró los ojos y escuchó el suave sonido del agua. Lentamente, sintió que su miedo empezaba a disolverse y que una calma interior la envolvía. Abrió los ojos y vio la belleza que la rodeaba: los árboles verdes, las flores florecientes y el aire puro que la rodeaba.
Durante los días siguientes, Mia y sus padres volvieron al bosque una y otra vez. Caminaron por el bosque, escalaron montañas y se bañaron en los lagos cristalinos. Cada día aumentaba la confianza de Mia en la naturaleza y en sí misma.
Finalmente, llegó el día en que Mia estaba preparada para enfrentarse sola de nuevo al bosque. Caminó despacio y con cuidado, pero sin el miedo que antes la había paralizado. Se dio cuenta de que había seguido siendo fuerte y valiente a pesar de la traumática experiencia.
Cuando Mia regresó al pueblo, sus amigos y vecinos la recibieron calurosamente. Les contó su viaje y cómo había aprendido a superar sus miedos. Los aldeanos quedaron impresionados por el valor de Mia y admiraron su determinación de no dejar que la oscuridad la venciera.
Desde aquel día, Mia volvió a ser la niña alegre y aventurera de antes. Disfrutaba jugando al aire libre y explorando la naturaleza, sabiendo que era lo bastante fuerte como para enfrentarse a cualquier cosa que la vida le lanzara. Y así vivió feliz y llena de alegría de vivir en su pueblo de Sonnenblick, rodeada de la belleza y la magia de la naturaleza.

  • Registrado: 17-04-2024 12:20

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